A principios de septiembre recibimos la visita de la RED INTERLAVAPIÉS. Tras su visita han querido plasmar sus impresiones sobre la situación de la migración en Ceuta y sobre el papel de la Asociación Elín ante esta dura realidad. Desde aquí, queremos agradecer profundamente los dos artículos publicados en la revista ALANDAR (n° 311) y en especial a las dos autoras Rosa Moro y Pepa Torres. A continuación compartimos con todos nuestros lectores la publicación de Rosa Moro.
Gracias a toda la RED INTERLAPIÉS por acompañarnos en nuestra labor de sensibilización y denuncia.
Animamos a todos los que deseen, de escribirnos a través de los comentarios.
¡Todos juntos, somos capaces de llegar mas lejos!
RESCATAR PERSONAS
Elín Ceuta, una casa abierta
donde nadie desentona
Rosa Moro
Miércoles
1ro de octubre de 2014
Publicado en alandar nº311
Publicado en alandar nº311
En febrero de 2014, 15 jóvenes
subsaharianos murieron en la playa de Tarajal, al intentar entrar en Ceuta por
el mar, debido a los disparos de pelotas de goma y gas de guardias civiles
españoles y la falta de auxilio cuando ya no podían seguir nadando. Pudimos
conocer esta noticia gracias al activismo y la denuncia de asociaciones
comprometidas con los derechos humanos que se encuentran al pie del cañón, en
la frontera sur de Europa, como Elín.
La Asociación Elín trabaja en Ceuta desde 1999, aunque
no aparece en la guía oficial de recursos de la ciudad. Paula Domingo está allí
desde hace 15 años y su compañera, Cande Gutiérrez, desde hace nueve. No hay
inmigrante en el CETI y fuera de él que no conozca Chez Paula, “Casa
Paula”, que no es sino una humilde casa en la que viven estas dos mujeres de la
congregación de las vedrunas, a cuyo alrededor gira una verdadera explosión
de vida, energía positiva y de humanidad.
Son miles los jóvenes que mueren
cada año ante la mirada impávida de las fuerzas de seguridad de los países del
sur europeo y de los del norte de África, a los que se ha encomendado hacer el
trabajo sucio de reprimir a cualquier precio la migración. Europa ha
“externalizado” sus fronteras y, para ello, destina enormes cantidades de
dinero, crueldad y mentiras, que, gracias a la manipulación, pasan
desapercibidas para la mayoría.
La ciudad autónoma de Ceuta está situada en el norte
del continente africano, a tan solo 23 kilómetros de la Península Ibérica. Sus
18’5 kilómetros cuadrados están rodeados por 8’2 kilómetros de valla que marca
la frontera con Marruecos, dos metros de altura por el lado marroquí y seis
metros de altura por el lado español. Esta alambrada, a la que se añadieron
cuchillas en 2005, divide una misma población: por el lado marroquí es el
pueblo de Bellones y por el lado español es el barrio ceutí de Benzú.
Tanto Ceuta como Melilla, la otra ciudad autónoma
española en el continente africano, están regidas por unas normas de excepción
en cuanto al espacio Schengen europeo. El espacio Schengen permite circular
libremente desde 1995 a toda persona que haya entrado regularmente por una
frontera exterior o resida en uno de los 26 países europeos que lo integran,
pero hay excepciones. A la vez que España ratificó su entrada en el espacio
Schengen, regló normas especiales que establecen que controlará la entrada
desde estas dos ciudades hacia la península, exigiendo visado para los
ciudadanos y ciudadanas que no sean de España. Con ello, retiene en Ceuta, en
España pero no “en Europa”, a miles de migrantes que lo único que pretenden
es continuar su viaje hacia la gran, rica y vieja Europa. El destino final
de la mayoría no es España; sin embargo, se ven varados aquí irónicamente por
la “lucha contra ellos”, la inmigración. Muchos migrantes creen que la presión
migratoria que sufre España es como una cadena hecha de humo, desaparecería si
dejase que cada persona continuase en paz el viaje de su vida.
Tarajal es un paso fronterizo, no una aduana. Solo
pueden pasar personas y carruajes, no mercancías. La principal consecuencia de
esta decisión política en la práctica es el desarrollo del contrabando y actividades
de tipo mafioso, malos compañeros de viaje para las personas migrantes y pobres
en general.
En el año 2000 se abrió un Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes,
CETI, con 512 plazas. En 2014 ha alcanzado su máxima ocupación llegando a
albergar hasta a 700 personas, según el Gobierno Civil, aunque no es ahora la
época en que más inmigración acoge. Antes de los acuerdos entre España y
Marruecos de 2005, Marruecos no controlaba la entrada a España y el CETI
siempre estaba desbordado, al margen de las presencia de cientos de
migrantes en el resto de la ciudad. Antes de 2005 las personas migrantes
pasaban en Ceuta un par de meses y seguía su camino. Desde que España llegó a
acuerdos con Marruecos, su estancia en Ceuta se puede alargar hasta un año.
Elín es como ese oasis del capítulo 2 del Éxodo 15,
donde se pueda llegar, coger fuerzas y descansar para continuar el viaje, un
lugar de paso. Es una apuesta firme por ideales de convivencia y respeto a los
derechos fundamentales de toda persona. Para Elín, lo más importante son los
seres humanos, por encima del lugar de nacimiento, raza, sexo o religión. Por
encima de cualquier calificativo de orden administrativo.
La casa en la que están Paula y Cande se la dejaron
las adoratrices, que dan nombre a la calle. El techo se caía y estaba muy mal,
pero poco a poco la arreglaron con los inmigrantes. “Después de 15 años esta
casa no se ha caído porque tiene metida en sus paredes toda la energía positiva
de toda la gente que ha pasado por aquí”, que han sido más de 12.000
inmigrantes y 600 personas voluntarias, “toda esa buena energía es la que le da
la buena resonancia”, dice riendo Paula. Cada tarde, decenas de subsaharianos y
algún marroquí y sirio, acuden a las cuatro para asistir a dos horas de clase
de español que imparten ellas y Pili, Fernando e Irene, personas voluntarias.
Los jóvenes suelen llegar una hora antes, porque con sus móviles o con el
ordenador de la casa revisan sus mails y redes sociales. Muchos mantienen el
contacto con su familia y amigos a través de Facebook.
Realmente, la casa es de todo el mundo. El año pasado
pasaron por ella más de 500 personas y en lo que va de 2014 ya han pasado más
de 400. Todos los materiales y todo lo que hay en la casa es reciclado, nada
comprado. No es porque la congregación no quiera arreglar bien la casa, sino
porque ellas nunca han querido. “Creemos que si queremos compartir la vida con
los pobres no podemos tener una casa con comodidades. Esta casa está abierta
siempre y nunca nos han robado”, presumen. Habla Paula: “Esta gente no echa de
menos comodidad, ellos echan de menos cariño y eso es lo que intentamos
ofrecer”. “Como la casa es así -señala a su alrededor- pues ellos no se
sienten desentonados”, se ríe más y concluye, “aquí estamos todos al mismo
tono”.
Ellas dos procuran reducir gastos en muchas cosas
“innecesarias”, como los materiales de enseñanza, empleando todo lo que los
colegios tiran y ya no utilizan. “Yo siempre digo que el que comparte tiene
más”, explica Paula. ¡Vaya pensamiento más africano!
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