jueves, 9 de octubre de 2014

Experiencias en Ceuta y visiones de Elín

A principios de septiembre recibimos la visita de la RED INTERLAVAPIÉS. Tras su visita han querido plasmar sus impresiones sobre la situación de la migración en Ceuta y sobre el papel de la Asociación Elín ante esta dura realidad. Desde aquí, queremos agradecer profundamente los dos artículos publicados en la revista ALANDAR (n° 311) y en especial a las dos autoras Rosa Moro y  Pepa Torres. A continuación compartimos con todos nuestros lectores la publicación de Rosa Moro. 

Gracias a toda la RED INTERLAPIÉS por acompañarnos en nuestra labor de sensibilización y denuncia. 

Animamos a todos los que deseen, de escribirnos a través de los comentarios.
 ¡Todos juntos, somos capaces de llegar mas lejos!


RESCATAR PERSONAS 
Elín Ceuta, una casa abierta donde nadie desentona

Rosa Moro
Miércoles 1ro de octubre de 2014
Publicado en alandar nº311

En febrero de 2014, 15 jóvenes subsaharianos murieron en la playa de Tarajal, al intentar entrar en Ceuta por el mar, debido a los disparos de pelotas de goma y gas de guardias civiles españoles y la falta de auxilio cuando ya no podían seguir nadando. Pudimos conocer esta noticia gracias al activismo y la denuncia de asociaciones comprometidas con los derechos humanos que se encuentran al pie del cañón, en la frontera sur de Europa, como Elín.
La Asociación Elín trabaja en Ceuta desde 1999, aunque no aparece en la guía oficial de recursos de la ciudad. Paula Domingo está allí desde hace 15 años y su compañera, Cande Gutiérrez, desde hace nueve. No hay inmigrante en el CETI y fuera de él que no conozca Chez Paula, “Casa Paula”, que no es sino una humilde casa en la que viven estas dos mujeres de la congregación de las vedrunas, a cuyo alrededor gira una verdadera explosión de vida, energía positiva y de humanidad.

Son miles los jóvenes que mueren cada año ante la mirada impávida de las fuerzas de seguridad de los países del sur europeo y de los del norte de África, a los que se ha encomendado hacer el trabajo sucio de reprimir a cualquier precio la migración. Europa ha “externalizado” sus fronteras y, para ello, destina enormes cantidades de dinero, crueldad y mentiras, que, gracias a la manipulación, pasan desapercibidas para la mayoría.
  
La ciudad autónoma de Ceuta está situada en el norte del continente africano, a tan solo 23 kilómetros de la Península Ibérica. Sus 18’5 kilómetros cuadrados están rodeados por 8’2 kilómetros de valla que marca la frontera con Marruecos, dos metros de altura por el lado marroquí y seis metros de altura por el lado español. Esta alambrada, a la que se añadieron cuchillas en 2005, divide una misma población: por el lado marroquí es el pueblo de Bellones y por el lado español es el barrio ceutí de Benzú.

Tanto Ceuta como Melilla, la otra ciudad autónoma española en el continente africano, están regidas por unas normas de excepción en cuanto al espacio Schengen europeo. El espacio Schengen permite circular libremente desde 1995 a toda persona que haya entrado regularmente por una frontera exterior o resida en uno de los 26 países europeos que lo integran, pero hay excepciones. A la vez que España ratificó su entrada en el espacio Schengen, regló normas especiales que establecen que controlará la entrada desde estas dos ciudades hacia la península, exigiendo visado para los ciudadanos y ciudadanas que no sean de España. Con ello, retiene en Ceuta, en España pero no “en Europa”, a miles de migrantes que lo único que pretenden es continuar su viaje hacia la gran, rica y vieja Europa. El destino final de la mayoría no es España; sin embargo, se ven varados aquí irónicamente por la “lucha contra ellos”, la inmigración. Muchos migrantes creen que la presión migratoria que sufre España es como una cadena hecha de humo, desaparecería si dejase que cada persona continuase en paz el viaje de su vida.
Tarajal es un paso fronterizo, no una aduana. Solo pueden pasar personas y carruajes, no mercancías. La principal consecuencia de esta decisión política en la práctica es el desarrollo del contrabando y actividades de tipo mafioso, malos compañeros de viaje para las personas migrantes y pobres en general.

En el año 2000 se abrió un Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes, CETI, con 512 plazas. En 2014 ha alcanzado su máxima ocupación llegando a albergar hasta a 700 personas, según el Gobierno Civil, aunque no es ahora la época en que más inmigración acoge. Antes de los acuerdos entre España y Marruecos de 2005, Marruecos no controlaba la entrada a España y el CETI siempre estaba desbordado, al margen de las presencia de cientos de migrantes en el resto de la ciudad. Antes de 2005 las personas migrantes pasaban en Ceuta un par de meses y seguía su camino. Desde que España llegó a acuerdos con Marruecos, su estancia en Ceuta se puede alargar hasta un año.
Elín es como ese oasis del capítulo 2 del Éxodo 15, donde se pueda llegar, coger fuerzas y descansar para continuar el viaje, un lugar de paso. Es una apuesta firme por ideales de convivencia y respeto a los derechos fundamentales de toda persona. Para Elín, lo más importante son los seres humanos, por encima del lugar de nacimiento, raza, sexo o religión. Por encima de cualquier calificativo de orden administrativo.

La casa en la que están Paula y Cande se la dejaron las adoratrices, que dan nombre a la calle. El techo se caía y estaba muy mal, pero poco a poco la arreglaron con los inmigrantes. “Después de 15 años esta casa no se ha caído porque tiene metida en sus paredes toda la energía positiva de toda la gente que ha pasado por aquí”, que han sido más de 12.000 inmigrantes y 600 personas voluntarias, “toda esa buena energía es la que le da la buena resonancia”, dice riendo Paula. Cada tarde, decenas de subsaharianos y algún marroquí y sirio, acuden a las cuatro para asistir a dos horas de clase de español que imparten ellas y Pili, Fernando e Irene, personas voluntarias. Los jóvenes suelen llegar una hora antes, porque con sus móviles o con el ordenador de la casa revisan sus mails y redes sociales. Muchos mantienen el contacto con su familia y amigos a través de Facebook.
Realmente, la casa es de todo el mundo. El año pasado pasaron por ella más de 500 personas y en lo que va de 2014 ya han pasado más de 400. Todos los materiales y todo lo que hay en la casa es reciclado, nada comprado. No es porque la congregación no quiera arreglar bien la casa, sino porque ellas nunca han querido. “Creemos que si queremos compartir la vida con los pobres no podemos tener una casa con comodidades. Esta casa está abierta siempre y nunca nos han robado”, presumen. Habla Paula: “Esta gente no echa de menos comodidad, ellos echan de menos cariño y eso es lo que intentamos ofrecer”. “Como la casa es así -señala a su alrededor- pues ellos no se sienten desentonados”, se ríe más y concluye, “aquí estamos todos al mismo tono”.
Ellas dos procuran reducir gastos en muchas cosas “innecesarias”, como los materiales de enseñanza, empleando todo lo que los colegios tiran y ya no utilizan. “Yo siempre digo que el que comparte tiene más”, explica Paula. ¡Vaya pensamiento más africano!


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