El pasado miércoles tuvo lugar el primer CÍRCULO DE SILENCIO del 2017. Queremos gritar
una vez más, que nos sume en el desconcierto como cada día cada hora hay
cientos de inmigrantes y refugiados en que se les sigue negando el derecho a
buscar una vida mejor y más segura en países europeos donde sus derechos sean
respetados.
Una vez más, expresamos nuestro dolor por los sucesos
ocurridos en la madrugada del 1 de enero en el perímetro de la valla fronteriza
entre la Ciudad Autónoma de Ceuta y Marruecos.
Consideramos que las medidas y
actuaciones adoptadas en torno a la frontera únicamente consiguen incrementar
aún más si cabe el sufrimiento, dolor y muerte de las personas migrantes y de
los solicitantes de protección internacional.
Crece nuestra impotencia ante las
esperanzas truncadas de estas personas, que, en su penosa travesía de miles de
kilómetros por el corazón de África, llevan a sus espaldas un largo historial
de abusos, agresiones y precariedad extrema, mientras esperan la ocasión de
llegar a Europa en busca de un futuro de dignidad y derechos para ellos y sus
familias.
Necesitamos un modelo de gestión de fronteras que no se centre
únicamente en temas de seguridad, sino que también se comprometa con el respeto
a la vida, la integridad personal y los derechos humanos.
Es urgente, por ello,
que todos nos preguntemos qué es lo que está fallando a la hora de articular
una política de fronteras basada en los principios humanitarios y capaz de
garantizar vías de acceso seguras a las personas que huyen de la miseria y la
violencia que asola sus países. Reiteramos nuestro rechazo a las devoluciones sumarias.
Según noticias que nos han llegado de Marruecos dos personas que intentaron
entrar el día 1 han muerto u otra de ellas ha perdido un ojo.
Otro colectivo que queremos tener presente son los 50 millones de niños migrantes y desplazados que también están expuestos a sufrir algunas de las peores formas de abusos y otros daños. A menudo, están a expensas del contrabando humano y suelen caer en las redes de los tratantes y otros criminales. A muchos se les somete a formas extremas de abusos y privación durante sus viajes. Ayudar a los niños y niñas desplazados y migrantes a escala local y mundial es una responsabilidad que todos compartimos y para detener estas violaciones es necesario:
- Proteger a los niños refugiados y migrantes, especialmente a los no acompañados,
de la explotación y la violencia.
- Mantener unidas a las familias como la forma más adecuada para proteger a los
niños y concederles un estatus legal.
- Mantener estudiando a todos los niños refugiados y migrantes y darles acceso a
la salud y a otros servicios de calidad.
- Insistir en la necesidad de abordar el fenómeno migratorio desde las causas que
lo provocan.
- Promover medidas para combatir la xenofobia, la discriminación y la marginación
en los países de tránsito y de destino.
Apelamos, también, al dictamen
del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), que ya en
2015 advirtió que la enmienda a la Ley de Extranjería aprobada en su día no
avala las devoluciones automáticas, además de recordar el imperativo formulado
para que España cumpla en esta materia sus obligaciones internacionales con el
respeto a los derechos humanos. No queremos acostumbrarnos al inmenso
sufrimiento humano del que somos testigos a diario en las vidas de tantas
personas que siguen llegando desde África y que intentan acceder a Europa en
busca de una vida segura y digna.
Hacemos un llamamiento a la ciudadanía para mantenerse alerta ante las
causas de esta sangrante realidad humana y trabajar juntos para evitar esta
inhumanidad del alambre, y para que su dolor y sufrimiento no se conviertan en
una rutina deshumanizadora.
No olvidamos que detrás de estos flujos migratorios, en continuo aumento, está siempre la INHUMANIDAD de un sistema económico injusto en el que prevalece el lucro sobre la DIGNIDAD de la persona y el bien común.
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