Hoy, segundo miércoles del mes de mayo, nos volvemos a reunir
en un nuevo círculo de silencio para denunciar la vulneración de los derechos
humanos y las injusticias que cada vez más personas migrantes y refugiadas
sufren por el mero hecho de serlo.
Esta vez queremos leer y compartir con vosotros y vosotras un
fragmento del libro titulado “3052” de Mamadou Día, un joven senegalés que
quiso hacer de su experiencia, un grito como el que nosotros hacemos hoy aquí,
dice así:
“Pronto resucitarán las almas de las cadenas de las mentiras,
encerradas en los cementerios del miedo. Los ángeles volverán a visitar la
tierra que habían abandonado hace muchos siglos. Un mundo atado en las cuerdas
de la tristeza y del maltrato. Dirigido por un sistema sin piedad, armando hasta
los dientes, sin corazón ni alma.
HOY ME VISTO DE MENSAJERO Y CON MI VOZ OS HARÉ LLEGAR LAS
QUEJAS DE LOS QUE SUFREN…
Hablo en nombre de aquellas madres que cada mañana asisten a
la dura realidad de sus hijos, protagonistas de escenas de muertos de hambre o
de enfermedades...
Hablo por mis abuelos, que ya no pueden vivir con sus hijos
dignamente porque han sido atraídos por el desolado sueño del inexistente
dorado que Occidente les ha vendido.
Lloro las pérdidas humanas en el mar o en las arenas del desierto
por las puertas injustamente cerradas a los emigrantes por el único hecho de
ser los más vulnerables.
VUELVO A AFIRMAR QUE LOS QUE NOS IMPIDEN VIVIR EN NUESTRO
PAÍS SON LOS MISMOS QUE NO NOS DEJAN VIVIR EN EUROPA O EN CUALQUIER OTRO RINCÓN
DEL MUNDO.
Hablo en voz de todos los que sufren, los que están mal, los
que ven su libertad pisoteada, sus derechos robados, su voz ahogada y sus vidas
ahorcadas, los que están explotados por otra fuerza perdida en la oscuridad de
la vergüenza. A los que están callados por el sufrimiento y la debilidad del
hambre, de guerras y del miedo.
Sufro por la ignorancia y la hipocresía que vive el corrupto
que vende su dignidad humana o ayudando al saqueo de nuestras tierras y sus
riquezas, os deseo nuevamente que la luz del sol ilumine vuestras vidas.
Sufro al ser testigo de tantas desgracias y sufrimientos
nacidos en manos de hermanos cuya sangre tiene el mismo color.
Que desaparezcan las diferencias y las mentiras diarias que
dividen a los pueblos y a las familias. Que triunfe el amor y la dignidad de
ser realmente lo que somos, seres humanos, hermanos de la misma madre tierra,
la que nos da vida.
Gloria a los que no tienen precio, los que no se rebajan, los
que no venden sus actos. Gloria a los que no paran de buscar el crecimiento y
la evolución de la humanidad, y que son la base del ejemplo para el cambio.
Piedad a los que no tienen corazón ni coraje, los que han perdido
el olor y color humano.”
Hoy, junto con este autor, nos indignamos ante la masacre y
el sufrimiento de nuestros hermanos sirios, saharauis, sudafricanos,
palestinos, y llamamos a una consciencia humana que revise y defienda sus
derechos, una consciencia que no se enriquezca de las ventas de las armas que
arruinan sus vidas, sino de la paz que deberían vivir justamente estas personas
iguales que nosotros.
Para terminar, quisimos compartir una canción titulada "Los cayucos" de un joven senegalés cuyo nombre artístico es "Mougli", quien la compuso al enterarse de que había perdido a su amigo en una embarcación rumbo a las Canarias... testimonios que quieren sensibilizar y dar a conocer este problema, de su boca salió: "Los españoles deben conocer esto".
Hoy, gracias a nuestra voluntaria Irene, que a pesar de los kilómetros que le separan físicamente de Elín, sigue, desde la África más profunda, mostrándonos que desde allí también son conscientes de lo que está pasando y que quieren (y merecen) justicia.
Para terminar, quisimos compartir una canción titulada "Los cayucos" de un joven senegalés cuyo nombre artístico es "Mougli", quien la compuso al enterarse de que había perdido a su amigo en una embarcación rumbo a las Canarias... testimonios que quieren sensibilizar y dar a conocer este problema, de su boca salió: "Los españoles deben conocer esto".
Hoy, gracias a nuestra voluntaria Irene, que a pesar de los kilómetros que le separan físicamente de Elín, sigue, desde la África más profunda, mostrándonos que desde allí también son conscientes de lo que está pasando y que quieren (y merecen) justicia.
GRACIAS A TODOS Y TODAS POR PARTICIPAR Y HACER DE NUESTRO SILENCIO, UNA VOZ FUERTE QUE DEFIENDA LOS DERECHOS DE LAS PERSONAS MIGRANTES Y REFUGIADAS.
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